Qué ironía... La cueva de la que hablaba mi padre está aquí... debajo de la casa. Waites, el mayordomo, descubrió una grieta en la pared del desván. Una brisa soplaba a través de ella, helada y repugnante... Me horroriza pensar que mi padre haya muerto en ese lugar. Me llevaré a la tumba la visión de su rostro contorsionado en la agonía de ese fatal ataque al corazón que lo llevó a la muerte.
Su cuerpo estaba retorcido. Había llorado... Las uñas de sus dedos estaban rotas y ensangrentadas de tanto arañar el suelo. El Doctor Gray me dijo que murió a causa de un ataque al corazón. Fue Waites quien, poco después, me dijo que mi pobre padre se había mordido la lengua y se había ahogado en su propia sangre.
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