El hombre oscuro (así lo llamo) me ha revelado su verdadero rostro. Él apareció, como siempre, cerca de la chimenea; pero esta vez se acercó a mi.
Su terrible sonrisa me perseguirá hasta la tumba. Su aliento era helado y sus ojos ardientes me atravesaron: ¡No me podía mover! Yo sé, y estoy totalmente seguro de ello, que el rostro que vi, que el rostro que ha convertido mis noches en infernales torturas, es la máscara de la muerte.
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